"Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna" -Evangelio de Juan 3:16
"Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre, sino por mí" -Juan 14:6
La película para los días de la pascua, lo fue en los ochenta y así debería ser ahora. Para días en los que el via crucis, las peregrinaciones por los caminos de flores y la conmemoración de la liberación otorgada a la humanidad por el Hijo del Dios único y verdadero en la cruz del calvario están en el centro del alma de todo aquél que quiera acogerse a la salvación por su sangre. La película de Franco Zeffirelli es exquisita en todos los sentidos, interpretaciones soberbias por parte de un elenco de actores inmejorable, puesta en escena pictórica en un sentido clásico o renacentista y una emotiva banda sonora que nos traslada al siglo I de la era cristiana. El estuche que pudimos ver en el videoclub de los ochenta, con doble cinta VHS, contiene el montaje cinematográfico de cuatro horas de duración aproximadamente, y a pesar de que se notan los recortes efectuados sobre la versión íntegra de seis horas de duración, este montaje preserva el mensaje fundamental del evangelio en algunos de sus pasajes más representativos. En especial, destacar el doblaje original de los años setenta, imprescindible por la calidad interpretativa también por parte de los actores del doblaje en español ( ojo a la voz de Ricardo Solans ), y huir como de la peste del espantoso redoblaje efectuado más recientemente. Por otro lado, el Cristo ario que nos presenta Zeffirelli es representativo del tratamiento y caracterización física de los personajes principales, enfatizando los rostros angelicales y llenos de nobleza, lo que la convierte en una mirada idealista y muy europea. El viaje espiritual ( porque eso es la película al fin y al cabo, un viaje hacia la Cruz ), no obstante, se sostiene en la palabra, en la emotividad de ciertos actos en determinados escenarios y pasajes bíblicos.