Evidentemente, la anormalidad es un poder, del mismo modo que la mediocridad nos salvaría de la esclavitud de la arrogancia y del afán por obtener reconocimiento social. Es por eso que el hombre sabio, si tuviere alguna característica o don especial, debería pasar por este mundo con la máxima discreción posible si quiere evitar ser manipulado o caer en la tentación de manipular a los demás. Puede crear, como compensación, algún teatro para locos donde poder dar rienda suelta al monstruo junto a los de su especie. Esta película era y sigue siendo una metáfora acerca de todo ello, donde ser uno mismo no es la solución verdadera si tenemos en cuenta que el ser anormal es un claro indicativo de estar en el buen camino.
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